3/05/2011

ME GUSTARÍA QUE ME RECORDASEN CON EL MISMO CARIÑO, TERNURA Y HUMOR Y NOSTALGIA "DULCITA"

Alguna vez tengo comentado que el trabajo de las Relaciones Internacionales es dificil pero apasionante. Nos encontramos con situaciones y sobre todo con personas que nos enriquecen por diversos motivos. Una de ellas es Gaby. Ella es joven, linda por dentro y por fuera, brillantemente inteligente, buena compañera y amiga. Su contagiosa alegría de vivir, su ternura se ve reflejada en la carta que a la muerte de su padre (su querido tata) me escribió.

Es tan preciosa que pienso que me gustaría que los que la leais sintais todo el amor que desprende cada una de sus palabras y que, aún sin conocerla, la podais acompañar en su nostalgia "dulcita".


"muchas gracias por los abracitos y por todo el cariño en estos días, han sido fundamentales para mí!

La muerte de mi papa sí que fue repentina, pero al fin y al cabo fue una buena muerte: nunca estuvo enfermo, nadie lo mató, nadie lo torturó ni lo despareció, nunca enterró a ningún hijo y estuvo rodeado de gente que lo quería hasta sus últimos momentos.

Sus hijos y sus amigos cargaron su ataúd con tristeza, pero también lo enterramos riendo al recordar sus ocurrencias y sus malos chistes en momentos inoportunos.

Mi papá también fue mi amigo, tenía la malísima costumbre de escucharme sin juzgar.

Murió a causa de un accidente casi folclórico y tercermundista: estaba pintando el techo, allá arriba tuvo un infarto y cayó golpeándose la cabeza. Estuvo en el hospital tres días, totalmente sedado. No hablaba, estaba profundamente dormido, pero estábamos seguros que escuchaba. Así es que esos tres días mi mamá, mis hermanos y sus amigos del barrio aprovechamos para acompañarlo, contarle historias, tararearle canciones y sobre todo, recordarle que lo queríamos y que él debía decidir qué hacer, elegir cuál camino seguir.

Y eligió y estuvo bien que muriera una tarde de lunes. En este mundo es un lujo morir sin sentir dolor y estando de la gente que lo quiere.

Subirse al techo era un gran acto de rebeldía: mi mama y los vecinos le repetían que no lo hiciera, que ya estaba viejo, pero él siempre fue fiel a su agenda allá arriba: pintar el techo, cortar ramas de los árboles que ya presionaban algunas latas, abrir un nuevo tragaluz para alguna parte de la casa. En secreto el techo le significaba un espacio libre, donde no llegaba ninguna voz de advertencia o reclamo. Además desde allí tenía vista completa del parque Braulio Carrillo y del volcán Barba y el volcán Poás. Se había caído del techo ya unas 6 ó 7 veces, saliendo ileso en todas excepto esta!

Mi tata era desempleado, alegre, conversador y muy curioso. Era socialista sin haber leído teoría y era cantante sin haber estudiado música. Se hizo chavista por intuición. Construía juguetes de madera, muebles, mecedoras, arreglaba techos y arreglaba la vida de los vecinos cuando los veía en el barrio y ordenaba la política del país mientras iba en el bus.

Además cocinaba panes dulces para los cumpleaños de sus 7 hijos y para las tardes de domingo. Los domingo también los aprovechaba para cuidar sus nietas y a los helechos, violetas, papayas, aguacates y pasifloras que tenía sembradas en el jardín.

Se quería con mi mama, aunque en los últimos años discutían mucho porque él descubrió las mieles del ateísmo mientras ella profundizaba la doctrina de su fe. También porque él nunca trajo suficiente plata a la casa. En sus últimos años mi tata aprendió a usar el internet para buscar datos sobre la corrupción de la iglesia católica, estudios sobre el origen del universo y para “bajar” canciones de karaoke!

Escribió artículos que nadie publicó e inventó algunos artículos para el hogar que nunca patentó. Algunas semanas antes de morir dijo que estaba muy feliz y que si la muerte venía por el camino, él estaba listo para ella. Dijo que ya había tenido familia, que había disfrutado sus nietas, había visto algo del mundo y había tomado vino.

En su vela le hicimos homenaje con merengue, risas y chachachá y en su entierro con trova y algunas rimas.

Claro que su familia y sus amigos lo extrañaremos mucho, pero no con una tristeza desoladora, sino con una nostalgia dulcita. Nos dedicaremos a recordarlo y a hablar de él, como hago yo ahora en este correo. Y seguramente lo ensalzaremos y olvidaremos algunos de sus errores, porque ciertamente no hay novia fea, ni muerto malo, especialmente si ese muerto fue bueno y dulce en vida, como fue mi tata".



2 comentarios:

Kalikatres dijo...

¡¡Bravo!!!, me alegro mucho que te haya dejado publicar esa carta, me pareció preciosa, y me parece muy requetebien que inicies, retomes, hagas tuyo tu blog. Sigue así.

Carmen Vieites dijo...

Gracias por los ánimos....me ayuda a "descongelar" el blog. espero no aburriros