"Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho"
Eso nos dice el poeta Ángel Gonzalez y estoy muy de acuerdo, cada uno de los 365 días nos trae ilusiones y desencantos, certezas e incredulidades, fuerzas y debilidades, golpes y apoyos. Y todo, tanto lo positivo como lo negativo, son parte de ese camino que llamamos VIDA.
Completo una etapa más de mi camino y en ella ha habido de todo:
Sentí el dolor de los golpes que me producen deslealtades, mentiras y desagradecimientos sin sentido alguno. Pero, y con más fuerza, me siento bendecida por el afecto y el amor generoso y cálido.
Cuidar de mi madre día a día no es fácil, muchas renuncias a cosas que parece que "ya tocan", pero sí gratificante porque siento como se completa el ciclo de la ley natural, al devolver parte de sus cuidados, sin los que no podría haberme convertido en la persona que soy.
La llegada de mi nieta Nora, mi pequeña guerrera, tan plácida y dulce es, sin duda alguna, el acontecimiento más grande de mi año. Junto a su hermano Teo y a su primo Leo, son la ternura y la magia de ver la vida a través de sus ojos, tan llenos de luz, inocencia e inteligencia que no hace más que crecer y llenarnos de felicidad.
En fin, un año más en el que descubrir la grandeza y la pequeñez. Un año en el que los placeres sencillos y luminosos compensan con creces los golpes y son, a su vez, el mejor patrimonio inmaterial, ese que nadie nos puede arrebatar. Termina y a la vez empieza el año, una mujer creo que más humana y agradecida por qué la VIDA gracias a todos mis queridos compañeros de viaje me sigue dando motivos para vivirla con intensidad y alegría
Y ganó Trump, ¿y ahora?
Hace 2 semanas